El dios de la lluvia dicta el recorrido de la III Marcha Villa de Rueda

And I’ll run in the rain till I’m breathless
When I’m breathless I’ll run till I drop
(Fool in the rain. Led Zeppelin)

 

El principal inconveniente para conseguir buenas fotografías en las marchas de BTT, una vez aceptada la escasa pericia del elemento humano, es la ausencia de luz. En las nubes de esta mañana gris de Rueda no se lee lluvia todavía, pero me apuesto un café a que hoy no va a salir el sol. Recuerdo que estamos en enero y voy hacia el arco de meta.

Venga ese café

Aquí están los chicos de http://www.runvasport.es en inconfundible azul. Ciclistas recogiendo los dorsales. A poca distancia, en línea recta, se alzan las instalaciones de Bodegas Viore, punto de partida de la marcha. Tiempos lejanos aquellos en los que «bodega» significaba «puerta de madera de gran cerradura que conduce a túnel húmedo y resbaladizo». Aquí las puertas transparentes se abren a nuestro paso y nos llevan a la cafetería. Justino Asenjo dispone de tiempo para pagar mi café: «Vengo a la salida y me marcho a Pingüinos». Son las nueve y cuarto de la mañana.

Hablar con la gente

Me alegro de ver a un ciclista que no se prodiga mucho en las pruebas de su provincia de origen. «Andaba por aquí y me he inscrito, vamos a ver qué tal, sin forzar», asegura Jorge Padrones, que ha tomado parte, si no recuerdo mal, en las tres últimas ediciones de la MTB Himalaya. Nada, una prueba por etapas con alguna que otra subida importante. Hablando en serio, puedes visitar el perfil de Jorge en facebook: https://www.facebook.com/jorge.padrones y conocer su labor, más allá de la bicicleta.

Imagino que Jesús Marchena no necesita presentación para los que leen esto. «Este año he parado, llevo quince días. Hoy tranquilo, estoy considerando participar en el circuito de XCO de Castilla y León este año. Aunque soy más de maratón, voy a probar». El mes de marzo queda lejos, pero me grabo estas palabras.

Hombre con gran cohete en una mano y cigarrillo encendido en la otra se acerca a mí. Sonríe, me hace reír. Agustín, como siempre, marca el ritmo. Espera, queda algún rezagado. No, ya está, enciende. No, espera. Ahora, ya están todos. Dále. La explosión ahoga la voz de Borja Nieto en el altavoz y, la nube de humo a nuestra altura, subimos al coche de un salto. Sin tiempo para saludar a mis otros dos acompañantes ni memoria para recordar sus nombres, avanzamos por las calles de Rueda hacia Bodegas Menade. «Allí ya les soltamos», sentencia Agustín.

Have you ever seen the rain

Este año he pensado que será mejor quedarse en un punto fijo durante el paso de los participantes y tratar de que todo el mundo tenga su foto. Agustín me ha recomendado esta bajada. Miro hacia arriba y veo a Riki a contraluz, mil veces impreso en un 17×24, veo el último número de la revista de papel que me ha traído hasta este momento y recuerdo una caída muy fea en la marcha de Medina del Campo. No han pasado dos años. Un océano o una gota.

Hoy la gente baja tranquila y con bastante control, excepto los primeros. Ya pasa el salmantino Dani Hernández, imposible atrapar su paso. Rubén, desenfocado. La hilera de ciclistas que se divisa desde abajo formando una bonita estampa. Lástima de sol.

The rain song

La marcha de Rueda, organizada por Borja Nieto, cuenta con ciclistas de lugares muy diversos, fruto, imagino, de la red que ha ido tejiendo Borja a lo largo de todas las pruebas en las que participa. A mi particular red de buena gente a la que conozco durante 10 minutos sumo el nombre de Jose. Hoy conduce el camión del ayuntamiento y me recoge cuando todos han descendido ya, camino de Foncastín. «No podemos ir con esto por aquí, vamos mejor por carretera». Dejo hablar a Jose cuando la lluvia empieza a caer. Describe con datos, fechas y nombres, el paisaje que se adivina tras los limpiaparabrisas. Precios de la uva, muchas o pocas hectáreas, propiedad o arrendamiento. Alguien con más talento y otros objetivos podría trazar, con el testimonio de gente como Jose, la historia de la Denominación de Origen Rueda.

Cada vez llueve más.

La lluvia nos deja ver a dos ciclistas en sentido contrario. Jose para el camión, tras la ventanilla alcanzo a ver a Maxi, al principio no lo reconozco, sin gafas. El joven y su acompañante optan por volver a Rueda ahora, a la altura de la gasolinera. La elección del pequeño De Frutos se revela, horas después, como la más acertada.

De las bestias y de mí

Foncastín, la estatua de la niña en la pequeña plaza. Ahí está el avituallamiento, bastante concurrido. «No, solo han pasado seis», responde una voluntaria bajo el toldo. Enfilo hacia la derecha, una mosca negra en la sopa marrón del camino. Alcanzo los senderos entre encinas y pinos, bonito paisaje siempre bajo la lluvia. Manuel Ortiz, parado en una orilla, repara la cadena de su bicicleta. «Una avería rarísima, pero esto ya está». Más ciclistas, pequeños grupos. Un participante con la biela en la mano, «a ver si alguien me lleva al pueblo». Jose y Marta, de Mojados. Algunos sonríen, todos aguantan la lluvia.

Plátanos, naranja. «Tómate un caldito». Bajo el toldo del avituallamiento aparece Justino. Junto a Borja, Christian y el resto de la organización, el responsable de Runvasport desvía a los participantes por un atajo hasta Rueda. El día no está para muchas alegrías, así que no llegan a 20 los ciclistas que coronan ‘El Mortirolo’, la subida larga de Torrecilla. La mayoría va a completar unos 45 kilómetros, evitando males mayores. Christian me acerca a Rueda. Por la carretera, más ciclistas. Solo son las 11:30 h

Frío

Los ciclistas van llegando al pabellón. Dani y Sergio ya llevan un rato por aquí. Recién duchados, el de Macera compara este día con lo sucedido en Zaratán hace un año. Para mí son situaciones y terrenos diferentes, recuerdo mucho más barro entonces. «Ha sido muy duro, mucho frío, lloviendo desde el minuto 10, una pena. Mucha gente con pinchazos, yo he pinchado dos veces. Es un barrizal». El rostro de Fernando Carrasco, uno de los pocos en completar el recorrido íntegro, corrobora sus palabras. Aparece Óscar Villegas, difícil describir su estampa. Un mar le ha caído encima. Le doy la mano y su guante es una gran esponja fría. José María, de los Aprietapedales de Salamanca, lleva en esto del ciclismo «poco más de un año». No consigue entrar en calor. Su compañero de equipo trata de sujetar el chocolate caliente, que emprende un baile frenético con su mano derecha. La escena se repite, muchas tiritonas. Salgo a la lluvia.

Ciclistas lavando sus bicicletas en el campo de fútbol. Caras largas. «¿Eres el primero?… «¡No!», responde un sorprendido Manuel Ortiz a pocos metros del arco de meta. Llevo aquí un rato y no ha pasado nadie más… Llueve, pero en el casco urbano de Rueda la temperatura ha subido respecto a los senderos. Van llegando más ciclistas, poco a poco, por la pista recta, ancha, encharcada y resbaladiza hoy. Pienso que no merece la pena pasar más tiempo aquí. Veo pasar a Arturo, de los BTTros, y vuelvo al pabellón.

Tras el cristal de la puerta, copos de nieve entre el agua de la lluvia. Aquí esta Jose, partiendo chorizo. Agustín, que ha rescatado a algún participante con el coche. «No veas cómo se ha puesto de barro».

Ya se montan los corrillos habituales, hoy hay mucho que contar mientras el cuerpo recupera su temperatura. Apuro el chocolate junto a Manuel y Maxi. Salgo a la lluvia.

 
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