El cielo blanco de Alaejos

VI Más Cañada Alaejos

 

Un mundo diferente se divisa desde lo alto del Horno Cazo. Antiguo como la misma tierra y los cantos que pisamos. Relegado al olvido cada vez más, engullido por la prisa, consentido con dificultad por el ser humano del siglo XXI. «Los chicos de ahora no saben lo que significa estar en el campo, a cambio conocen el año de fabricación de cualquier modelo de Nintendo…» . Tal vez lo dijera Juan Pablo, tal vez Alfredo, mientras esperamos la llegada de los ciclistas a su primer gran reto de la mañana.

Horizonte verde

La niebla no ha llegado a caer, así que vemos llegar por el camino, solo, a Jesús Marchena (si escribo Martínez os vais a hacer un lío). Hoy eligió el maillot color verdejo, que permite distinguir al corredor en la lejanía. Subida fácil, bajada rápida y Jesús se aplica en las primeras rampas para alcanzar el jamón que promete la cima. Apenas se balancea la bicicleta a los lados, enfilando por el izquierdo, que en mi opinión es el bueno. «Hoy puede subirse por cualquier lado, el terreno está mucho mejor que el año pasado», dice Juan Pablo. Ritmo vivo y constante. Marchena se acerca al punto más complicado, al lado del pino, donde el piso es más irregular. Por un momento, parece que lo va a conseguir. Casi nadie dice nada, salvo algún grito de ánimo. La rueda delantera de la bicicleta de Jesús toma entonces vida propia y se inclina hacia la derecha. El ciclista apoya el pie para no caer. «Ya es el tercer año», se lamenta. Olvidado el contratiempo, completa el resto de la subida a pie. Sin parar en el avituallamiento, «casi nunca paro, solo si no tengo qué beber», se sube a la bici y pedalea, solo, hacia la meta.

 

La cuesta de colores

Félix Domínguez es el siguiente. Detrás viene Julián, que será el primero en coronar subido a la bicicleta este Horno Cazo versión 2016. Imanol Flores, Javi Aguado, el grupo en el que viajan Javier Martín, Samuel Matobella… Me ha parecido ver al joven Alberto Muñoz. Todo un Campeón de Castilla y León, aguantando con los «mayores». Termina la marcha entre los 40 primeros. Espero volver a verle en muchas más y que su ejemplo anime a más ciclistas de su edad a participar en este tipo de pruebas no competitivas, en las que, sin echar ahora mano del dato exacto, me aventuro a decir que la media de edad ronda los 40 años.

El Trabancos amarillo

El segundo avituallamiento se dispone a orillas de este río ahora seco, en tiempos «lleno de cangrejos», asegura uno de los voluntarios. Desde aquí ya solo quedan unos siete kilómetros hasta la plaza de Alaejos, pero veo a los participantes más cansados que, por ejemplo, el año anterior en un escenario parecido. Las lluvias de esta semana han puesto los caminos más pesados y los ciclistas lo notan en las piernas. Muchos toman un último refrigerio antes de la fiesta final en el pueblo. Agua, un plátano.

Un coche rojo

Para volver a Alaejos, abandono a mis compañeros en el Suzuki y me subo con un amable caballero que se ofrece a llevarme. En el asiento de atrás llevamos a Gianfranco, que ha venido desde Madrid para hacer esta marcha y no puede terminarla, sus piernas dicen basta. «Es la primera que hago». Cuando le decimos que solo faltan siete kilómetros, parece que olvida el sufrimiento y quiere volver al camino. Ya es tarde. Al fondo se ven las dos torres de Alaejos. «Mi hijo también está en la marcha», nos revela el conductor. «Se llama Enrique, Enrique Sanz». No me suena, confieso. «Pues corre con el equipo de Fundación Laciana, este año nos hemos recorrido media España, sobre todo el norte, Galicia, Asturias». Enrique me hace recordar a otro participante hoy en Alaejos, Pablo Velázquez. Y a María. También a Amara y Agustín, su padre, que me sirvió mi segundo café en el bar de la plaza hace ya cinco horas. Cuando llegamos, la soledad de las primeras horas es ahora bullicio y dulzaina. Ahí está, efectivamente de rosa, Enrique Sanz. Jesús Marchena, esperando a un compañero, con cara de haberse duchado hace ya un rato. Aquí llega Óscar, de Iscarbike. «Luego te veo y nos tomamos una caña». Le digo que sí pero tengo una pelea pendiente con los dorsales que no puede esperar. En la próxima Óscar.

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