Iván Romeo Abad, ciclista de categoría junior, ha encadenado en pocos días dos campeonatos de España y una vuelta por etapas. Ha ganado las tres carreras con similar solvencia, algo más apurado en la reciente Vuelta a Valladolid. Con el respaldo del equipo MMR asturiano y en un estado de forma envidiable, se consolida como una de las promesas del ciclismo nacional. Portada en los medios locales, una doble página en el diario de mayor tirada a nivel autonómico y muchos elogios. Merecidos, por supuesto, es una delicia ver dar pedales a este chico, colocarse en la cabeza del pelotón y apretar los dientes en las subidas o en la recta de meta. Detrás del amarillo, antes de acaparar (de manera efímera y parcial, no nos engañemos) la atención de propios y extraños, hay una historia de esfuerzo y superación que comenzó hace años. En la escuela de ciclismo.
Memoria
Corre el año 2015. Buscando en los números en papel de la revista 2ruedas de entonces, ejemplo de proyecto fallido del que no sirve arrepentirse, compruebo la existencia de varias escuelas de ciclismo en la provincia de Valladolid. Alaejos, Medina del Campo, La Cistérniga, La Victoria Biker, la Escuela Ciclista de Valladolid, Comaci, la Escuela Ciclista de Arroyo de la Encomienda… En esta última, creada por el ciclista iscariense Juan Carlos Domínguez, transcurrió la etapa escolar de Iván Romeo. También la de su hermano Sergio, ahora en los cadetes del Norinver entrenados por el propio Domínguez. El resto de escuelas, con escaso apoyo y mínima atención mediática, han ido despareciendo como nacieron, sin hacer ruido. Solo las personas implicadas en estas aventuras (hay que llamarlo así), solo la gente que trató de darle a los jóvenes una oportunidad de aprender y de crecer amando este deporte, solo los Manolo, David, Luis Santos, Ana y tantos otros que yo mismo he olvidado, solo ellos saben el esfuerzo, las horas, las noches de velódromo, los viajes, las carreras a 40 grados y todo el sacrificio que supone una escuela de ciclismo.
El primer sitio al que fui a hacer fotos para la revista, abril de 2015, fue el velódromo Narciso Carrión. Nadie me conocía y yo no conocía a nadie. Era una carrera de escuelas, claro, algún campeonato de Castilla y León. Excepto los padres de los ciclistas, no vi a nadie haciendo fotos. Los chavales te miraban extrañados al principio, pero no dudaban en responder si les preguntabas algo relacionado con la bicicleta. El maillot naranja de La Cistérniga, el verde y negro de La Victoria, la gente de Salamanca, de Zamora. Después vendrían muchas carreras los fines de semana en Medina, en Alaejos. Llegó un momento en el que atrapé algunos nombres en la memoria y ya podía dirigirme a los chicos y chicas con más confianza. El conocimiento que tenían sobre el deporte que practicaban nunca ha dejado de sorprenderme, la seguridad con la que hablaban.
Todo ese conocimiento no caía, precisamente, del cielo o de una pantalla, no se podía buscar en internet. Era el fruto de su experiencia como alumnos de la escuela de ciclismo. Sus profesores, sus propios padres y madres muchas veces, se encargaban de enseñar a los jóvenes a ser ciclistas. Utilizar de manera correcta el cambio, ir en pelotón (otro día os cuento cómo van algunos en Máster), evitar las caídas, apretar en el momento adecuado. También a respetar al rival, que solo es un compañero más con el que comentar la carrera al terminar. Preguntad a Lidia, a Arturo, a Estela, al propio Iván, cuántas amistades han hecho en estos años de dar pedales.
Un año y medio después del primer número la revista se acabó. Dejé de ir a las pruebas escolares. Ya no hice más fotos ni reportajes a los chicos y chicas. El sábado pasado, en la segunda etapa de la XXIX Vuelta a Valladolid Junior, parado con la moto de Ángel en la cuneta de una subida, les pregunté a dos chavales del equipo Atra que esperaban en el mismo sitio. No participamos en la prueba, me dijeron, no nos han convocado. Solo venimos a ver a los compañeros, a animar. Sí, somos de Valladolid. Por instinto, igual que estoy escribiendo esto ahora, les pregunté también si habían estado en alguna escuela. Claro, en la de Juan Carlos Domínguez. Entonces les pedí sus nombres con la falsa esperanza de ubicarlos en algún lugar años atrás. Demasiado tarde.
Reivindicación
Iván Romeo Abad lleva dos años en el MMR, según he podido leer hoy en un periódico. Sin restarle ni un ápice de mérito a la labor que realiza el equipo asturiano, creo que es justo reivindicar el trabajo de la escuela de ciclismo en la que empezó. Porque las escuelas son la base sobre la que asentar todo lo que vendrá, o no, después. Las mismas escuelas de ciclismo a las que casi nadie presta atención.
Porque sin escuelas no hay ciclismo. Así de fácil, así de complicado.
Si os interesa, esta es la página en Facebook de la Escuela de Arroyo de La Encomienda:
https://www.facebook.com/cdciclismoarroyoencomienda/?ref=page_internal