Algunos nombres del Corazón de Piedra 2019

Miguel contempla el sol que acompañará a los participantes del Corazón de Piedra 2019 durante el desarrollo de toda la prueba. Hace rato que salió de casa para comprobar el recorrido, los últimos detalles antes de que la plaza se llene de ciclistas. Pasa por debajo del arco que levantaron los chicos de http://www.runvasport.es y se dirige a la biblioteca de Campaspero.

José Luis

Junto a una compañera voluntaria, Jose se acomoda al frente de su mesa de trabajo de este domingo. Dispone los dorsales en montoncitos de similar altura y comienza a repartir. Ruta corta, blanco. Ruta larga, fondo verde. Hasta 180 personas reciben su dorsal y resuelven alguna pequeña duda sobre el recorrido frente a esta mesa, tras el cristal que lo separa de las estanterías llenas de libros.

Sin esperar al último, Jose ajusta el casco y sube a la bicicleta que le espera apoyada en las rejas de la ventana. Hacia el paraje conocido como ‘Las Conejeras’, donde tiene la misión de guiar a los participantes en un cruce. Cerca de la localidad de Langayo, se trata de uno de los enclaves más agradecidos para la vista, y para el ciclista, del Corazón de Piedra 2019. Además, es un tramo que se estrena en esta edición.

Manolo

El pelotón ha salido desde la calle Don Pedro Martín, por la carretera que va a Cogeces del Monte, todavía en casco urbano. Gira levemente a su izquierda y toma el camino de las piscinas, que guardan silencio esperando el próximo verano. Manolo no ha visto la salida. Aguarda, junto a Olga, el paso en fila de a uno por Minguela. Desde el páramo, los participantes se dejan caer, chopos y piedra a los lados, hasta el sendero estrecho que atraviesa este mágico lugar. Cuevas ocupadas por bandidos legendarios, una fuente que conserva miles de conversaciones de las mujeres que bajaban a lavar, el lecho húmedo del arroyo bajo el puentecito.

Manolo ocupa su puesto para avisar a los vehículos a motor del paso de la marcha, detenerlos si es preciso. La pista ancha que cruza en perpendicular no suele recibir mucho tráfico, pero la presencia del voluntario se hace ahora imprescindible. Con Jakub en cabeza, a un ritmo elevado, se suceden los maillots, fila india de colores. Álvaro, Marchena, el grupo se estira cuando solo ha consumido 15 minutos de pedaleo. Atraviesa la pista y se adentra, guiado por Olga, en un sendero que conduce a Bahabón de Valcorba entre un muro de viejas piedras y la arboleda.

Juanma y Pedro, de la Peña Ciclista de Campaspero, cierran el Corazón de Piedra 2019 al final del grupo. Se detienen a la altura de Manolo, que conversa con el conductor de una furgoneta. Ya puedes seguir, ya han pasado todos.

Henar

El camino que va desde Campaspero hasta Langayo dibuja una recta blanca interminable. Los campos de labor a ambos lados dejan pasar todo el viento del mundo, concentrado en estos pocos kilómetros. Cuando la pista de polvo y piedrecitas cambia de color llega el momento de girar a la izquierda. Sobre el marrón y el verde de las cunetas, con aspecto de imposible nave espacial, varado al borde del pequeño valle, surge el Convento Oreja. El nombre real de la construcción es más prolijo en detalles, pero carece de la contundencia y el eco extraño de la expresión que se utiliza por aquí para designar estas ruinas.

Una cuadrilla de voluntarios comienza a preparar el puesto de avituallamiento frente al convento. Tocados con un sombrero de paja, de los que usaban sus abuelos en época de cosecha, vacían el maletero del coche. Henar y Juan Ignacio eligen la ubicación para el agua, la bebida isotónica y los frutos secos. Con la ayuda de Loreto y el resto de acompañantes, grandes y pequeñas, acondicionan su espacio como si de una acampada se tratara. Mesa de merienda campestre, sombrilla y unas sillitas a juego, se sientan a esperar mientras charlan de sus cosas.

Juan Ignacio abandona el puesto durante unos momentos y toma al asalto una de las grandes piedras que caen hacia el valle. Desde la altura, divisa el panorama, los pinos y la maleza, la vegetación silvestre que cubre la pequeña hondonada. De repente, señala dos manchas grises serpenteando entre la hierba alta. «¡Dos corzos!» anuncia. Desde unos 50 metros más lejos, las manchas se han convertido en jabalíes, atravesando veloces hacia el recorrido de los ciclistas. Loreto hace saber a la concurrencia que Juan Ignacio no se ha traído hoy sus gafas.

Javi

El trabajo que realizan las motocicletas en marchas de este tipo debe ocupar un lugar importante para la organización. Un despiste del motorista, un conocimiento insuficiente del recorrido conduce, por lo general, a un caos de difícil solución y nefastas consecuencias. Javi y sus compañeros de las dos ruedas saben el terreno que pisan, aceptan la responsabilidad de guiar a los participantes del Corazón de Piedra 2019 sin titubear y llevan a cabo su labor con solvencia. Manejando con soltura el manillar, alcanzan el sendero hacia abajo, lejos ya de las risas y las conversaciones que tienen lugar en el animado avituallamiento, que continúa recibiendo ciclistas.

El Convento Oreja marca la separación entre rutas larga y corta del Corazón de Piedra 2019. A estas alturas de la prueba, Álvaro Nieto marca una distancia insalvable para sus perseguidores de la versión larga, que atacan la peligrosa bajada dejando el Convento Oreja a la izquierda. Hacia el final del descenso un pequeño manantial ha obsequiado a los ciclistas con un paso por el barro. El mínimo charco se salva sin incidencias. Los participantes que eligieron la versión corta van hacia la pista que conduce al punto de partida. El viento espera, paciente, para endurecer este último tramo.

Álvaro Nieto, del Peñafiel Team, en la bajada del Convento Oreja.Álvaro Nieto, del Peñafiel Team, en la bajada del Convento Oreja.
Álvaro Nieto, del Peñafiel Team, en la bajada del Convento Oreja.

María Eugenia

La carretera que une Campaspero y Peñafiel avanza sinuosa entre tres pequeñas poblaciones antes de alcanzar la cabeza de comarca. Fompedraza, Molpeceres y Aldeayuso resisten al paso del tiempo con mayor o menor fortuna. La primera y la última le sonarán al viajero aficionado al vino de la ribera… Molpeceres ha dejado de ser un pueblo. Si hace cuarenta años mantenía una exigua y envejecida población de 18 personas, hoy sus casas se vacían en invierno. Literalmente, nadie reside allí de manera continua. Solo pasan por aquí los labradores que tienen sus tierras al lado de las casas. Solo el verano ve animarse algo sus calles empinadas, las bodegas en ruinas, el lagar que se quiere habilitar ahora como punto de reunión para los que vuelven a pasar sus vacaciones o sus fines de semana. Aunque volver signifique confirmar la irreversible desaparición del modo de vida que los vio nacer.

La larga cuesta abajo que desemboca en el pueblo tiene su origen en el páramo. Allí se encuentra Santi, acompañado por algún amigo en moto, recomendando precaución al ciclista, sobre todo en los primeros metros. Más allá del muy estrecho sendero pegado al monte, el paso se abre convertido en pista de cemento, serpiente gris entre algún huerto, árboles de Molpeceres, casas en ruinas, el lagar en construcción y bodegas, como casi todo aquí, muy antiguas. En la curva, a mitad de bajada, se mantiene Carlos, firme pese al calor de la mañana. Cuidado aquí, ahora a la derecha. Mateo avisa a María Eugenia, que se ha colocado al final de la bajada, en la salida del pueblo. «¡Bajan dos más!» grita, alegre, desde sus nueve o diez años. En una de las curvas, entre bodegas, mientras trata de dar alcance a Marchena, cae Sergio. Maldice algo al cielo azul, se sacude el polvo de la rodilla y continúa una persecución que se antoja inútil.

Enrique

Una furgoneta nunca viene mal en una prueba ciclista. A Molpeceres llega ahora Enrique con el vehículo de Embutidos Acebes. No parece que su concurso haya sido necesario esta mañana… hasta que llega Mateo con las dos ruedas pinchadas. El pequeño se va con Enrique a Campaspero, a la plaza. Tortilla, empanada… y embutidos, claro, para participantes, voluntarios y público en general. Por aquí se mueven Ana, Rocío, Rosi… colocando vasos y bandejas. Carlos dispone las latas de refresco, las cervezas. Alberto y Ramón, que cerraban la marcha corta, comentan las circunstancias de la mañana. Llega el momento de los premios. Alfonso, el Peñafiel Team de Alberto, de Eduardo, de Victoria y de tantos otros. Dos ciclistas de Tarazona reciben un queso de manos de Roberto, el concejal de Campaspero que lleva el peso organizativo de la prueba, por venir desde tan lejos. Lo recogen divertidos y deciden que es un buen momento para tomar el vermú. Algo ligero que abra el apetito. Cinco cuartos de lechazo esperan ya en la bodega.

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