El perro que subió La Llanada. La Páramos 19.

Día 6 de diciembre de 2019. Alto de La Llanada, cerca de Bercero, transcurrida una media hora de La Páramos, marcha BTT de Tordesillas, Valladolid, Spain. Dos ciclistas de alguna localidad cercana esperan la llegada de los participantes desde arriba. En su camino hasta aquí cruzan saludos con un cazador. Me basta ese dato para disparar:

– ¿Qué tal os tratan los cazadores por aquí?

– Bueno…

Día 6 de diciembre de 2019. Plaza Mayor de Tordesillas, Valladolid, Spain. La Páramos 2019. Delante del arco de http://www.runvasport.es , los hermanos De Frutos despliegan la pancarta. Respeto. 1,5 metros. Una vida. Espacios. Distancias. Una vida.

– ¿Qué tal os tratan los conductores por aquí?

– Bueno…

Que salga el sol

Fuera penurias, se acabaron el castañeo de dientes y el baile de articulaciones crujiendo bajo la niebla. En esta cuarta edición de La Páramos toca sol, gente en la plaza, saludos. También unos minutos de retraso que, caprichoso reloj, permiten llegar a todo el mundo puntual a la cita. Una fugaz incursión en el proceloso mundo de las bicicletas eléctricas y salida hacia Bercero en el todoterreno de Jose.

Vía de servicio, vía de escape. Un accidente en la autovía, que mañana pondrá el nombre del pueblo en el periódico, se convierte en una procesión de cinco kilómetros de luces roja, blanca, roja, freno, embrague, segunda, freno. Tocados por la varita de la casualidad, giramos a la derecha hacia la primera subida de la prueba.

La Llanada

Vieja conocida, presenta hoy sus mejores galas para recibir a casi 200 ciclistas. Chechu dice que antes era diferente, más salvaje. Después, las máquinas le trajeron el peine, alisaron sus curvas, plancharon la falda de la cuesta, ese tramo difícil se hizo asequible. Hoy, solo las últimas lluvias arrugan el camino que trazan ahora las cuatro patas de un perro pequeño y marrón. Su compañero, más joven, más negro, cuatro patas también, menea la cola alrededor de un niño, sube y baja, gira otra vez. Incapaz de seguir el ritmo, el pequeño perro marrón se instala, fácil, jadeante pero incansable, en la memoria del observador. Pronto llegan las bicicletas, el perro se aparta y la metáfora se desvanece. Elegid vosotros, perro negro o perro marrón.

Hasta el primer avituallamiento en Velilla, la marcha es neutralizada. Que significa que no se puede adelantar al vehículo que abre la marcha. Por motivos diferentes, tampoco parece que La Páramos de este año permita adelantar a Jesús Marchena, menos en una subida como ésta. Christian, Rubén, Fernando… también lo saben. En el llano lo alcanzaremos, cuestión de tiempo.

Velliza

Al llano entonces. Si algo tiene La Páramos es variedad de terrenos. Bonita bajada, encinas, piedras sueltas, avituallamiento. Una rosquilla pequeña, agarro el botellín de agua y nos presentamos, Jose y yo, en un paraje difícil de catalogar. Miro en los bolsillos del pantalón, rebusco en la chaqueta. El puñado de adjetivos que traía ha debido quedarse entre los asientos del coche de Jose, con los sinónimos. O tal vez los malgasté en labores menos gratas y mucho más complicadas.

Vacío de referencias, solo se extiende ante nosotros. Al fondo, el humo de las chimeneas difumina las casas de Velliza, la torre de la iglesia. Una cuesta verde y brillante, la claridad del mediodía, la hierba apenas pisada. Árboles pequeños a nuestra izquierda, piedra al otro lado. La escasa presencia de huellas de ruedas, del paso del ser humano, llama la atención. El lugar permanece intacto hasta la llegada de los ciclistas.

Desde la altura, la cuesta baja hasta el pueblo. La neutralización de la marcha trae imágenes poco vistas en este tipo de pruebas. Grupos grandes alcanzando poco a poco la cima, el trazado nos mantiene atentos durante minutos. Primero, siluetas lejanas. Luego, el zig zag de las ruedas, el color del maillot, el gesto de esfuerzo, de satisfacción.

«No me hagas reír». Fernando Reoyo en la cuesta de Velliza.

Duero

La senda del Duero, el tramo final de La Páramos, ya en Tordesillas, supone un contraste que tardo en digerir. Para bien y para mal, el paisaje aquí ha sido alterado en función de nuestras necesidades. El ruido de los coches traqueteando en la autovía ahoga el graznido del ave y anula el rumor del río. Pocos paseantes aunque el día y el río inviten.

Aquí conviene manejarse con precaución, sobre todo en alguna bajada con escalones al lado. Ya pasa Manolo, ahí viene Raúl de Roa. Un maillot del Tinlohi para recordar otros tiempos, otros lugares. Atraviesa Inma entre los arbustos aquí sí salvajes. En el paseo hasta la plaza de Tordesillas, los colores del Triatlón Las Rozas. Preguntan por los premios del final… el premio es estar aquí y ahora. Sentarse en una terraza a tomar algo con los amigos y recordar esta Páramos 2019. Al sol.

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