La leyenda del tiempo. I Contrarreloj de Tordesillas.

Adaptación libre de un tema que, a simple vista, no tiene nada que ver con las bicicletas. Mirándolo un poco mejor, tampoco parece que se adapte al objetivo. Pero el nublado de la mañana en el escenario de la I Contrarreloj de Tordesillas se instaló en mi cabeza y me dicta el camino. A través de un trazado lleno de trampas, tratando de evitar la poesía barata (porque la poesía se me da fatal) y metiéndome en charcos de los que nunca consigo salir, giro en el empedrado de la plaza y aterrizo en el siguiente, con permiso, relato.

Versión Camarón

Por jaleos, creo. El corazón del sueño, roto por la música de los pasos, clap, clap, clap, hacia otra plaza, más grande, más solitaria. Sopla el viento hoy en Valladolid. Saco el tapacuellos y se me ocurre hacer la foto. Doy media vuelta y, más que puntual, llega David. Sorprendido de la cantidad y calidad (pésima) del tráfico mañanero, enfila el Paseo de Zorrilla. Conoce el recorrido de la contrarreloj pero, como la gran mayoría de participantes, no ha realizado un reconocimiento previo. Que quiere decir que no ha pasado por allí en la última semana.

Baja hacia el polideportivo, pero me deja en la calle que lleva a la plaza. Hoy ha venido la reina Juana. Brutal megafonía sale a recibir a los primeros en llegar. Unos decibelios más abajo insiste Rocío, dorsal 221, por favor, venga usted para acá. Poco a poco, al compás del viento que derriba las vallas, aparecen los ciclistas. El cuadrado empedrado, los soportales, comienzan a bullir de gente y ruedas. Raúl, Manolo, los Domínguez, ciclistas de Ávila y Zamora, el triatlón de Valladolid. Bajo el arco verde, en la penumbra de la calle mojada, comparecen.

Por favor, colocaos en fila, es para la foto. En la más absoluta anarquía, se disponen los participantes renegando de la línea recta, horizontal. Es una hora de gente saliendo en esta contrarreloj, son 48 bailes arriba y abajo, con el soniquete de la gente animando y dos perros blancos que sostiene Adolfo al lado de Lina. Perplejos, como flotando. Como un velero.

Más lluvia, más viento abajo. La cuesta resbaladiza que da paso al camino de badenes, luego llano y liso, el Duero a la izquierda, el puente en obras. De los grupos más o menos compactos, de cierta disciplina de equipo, a ciclistas descolgados. Un gran pelotón abre el cielo junto a los árboles. Las tierras de labor aradas hacia la autovía. Correr por las llanuras del tiempo.

Versión Morente

No pueden ser témpanos de hielo azul, Enrique. Mira bien, son las carpas que han montado los de http://www.runvasport.es. El lugar al que acudir cuando esto acabe para preguntar por los tiempos de la contrarreloj. La salida, bajo el verde de Caja Rural, contrasta con el rojo y dorado de los balcones. Tipografías amables han sustituido a la Helvética mayúscula, al «NO» negro sobre blanco. A la derecha y hacia abajo comienza el fluir de ciclistas avanzando las primeras curvas de la mañana.

Te compro lo de «espesuras de anemos», Enrique. Como si, en efecto, tentáculos invisibles se agarraran a los radios, pasan los ciclistas el primer tramo de arena por el pinar. Viento a favor, sin llegar a ser fuerte. Lluvia a ratos, molesta, azotando los rostros. El llano que se adivina a lo lejos tiene trampas. Los baches rompen el ritmo, reducen el quinteto a cuatro, tres corredores, que deben aflojar y esperar para volver a tirar. César se despide de Noel, Félix y Marchena giran el cuello buscando a Álvaro. Con la vista fija en el suelo pasa el Sofokom. Atentos a la trazada, giran hacia el empedrado animados por los voluntarios.

Las flores, solo faltan las flores. Ya las trae Roberto: «Me caí ayer y me duele la rodilla. Durante la prueba no me ha dolido, pero un compañero venía fastidiado y le hemos ido esperando, parando un poco. Ha estado divertido, yo vengo por eso, porque me lo paso bien. No voy a competir, solo es la satisfacción de terminar, de demostrarte a tí mismo que eres capaz. Y por la gente, porque se hacen amigos. Porque se conoce a personas como vosotros».

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