Desde Nava del Rey, hogar de los Rancio Bike, se podría venir en bicicleta esta tarde. No hay que cruzar puentes ni parece que esta carretera registre mucho tráfico. Un paseo. Todo lo contrario de lo que espera en Villaverde de Medina a Noelia y los otros 25 participantes de este Desafío San Gregorio XC 2019.
Abuelos
Alrededor de la pequeña plaza del pueblo circulan los ciclistas. Gente joven sentada en los bancos, niños mirando el castillo hinchable de lona azul. Verano de mayo en Villaverde. En la calle larga de la derecha, por la que saldrán las bicicletas camino del circuito preparado por Miguel Alonso, se oye entonar una antigua canción, una copla flamenca que solo los compañeros del cantante, en la terraza del bar, reconocen. Personas mayores, viejos se decía antes. Una BH de los ochenta apoyada en un arbolito. El modelo con el que muchos de los participantes empezaron a dar pedales. La clásica. Una bici de chica, decían los abuelos, porque no tiene barra. El primero de los puentes entre generaciones es la bicicleta roja.
Padres
Rocío no pierde el buen humor, pese a llevar aquí, animando con el micrófono de http://www.runvasport.es desde esta mañana. Los ciclistas de Medina del Campo le facilitan el trabajo, hay muchos conocidos del pueblo. Óscar, Jesús, Fernando, Raúl… dispuestos para enfrentar una prueba de BTT en la que no hay tregua. Giros, subidas, bajadas, rampas cortas, curvas cerradas, puentes de verdad, puentes diseñados por algún ingeniero loco…
Villegas lamenta una línea de su D.N.I. cuando se acerca Cristian Villalba. Las aventuras de Óscar, de Marchena, en las carreras de escuelas, aparecen lejanas, apenas un reflejo borroso en las gafas negras del chico de Portillo. Aunque ahora la edad se difumina, por unos momentos se acercan los puntos de vista de muchas personas de tiempos distintos, se repite el ritual bajo el arco. Preparados, listos, ya…
Cristian Villalba en Villaverde. Creo que ya entiendo porqué el pueblo se llama así.
Hijos
Cristian decide ir fuerte desde el principio, ocupar las primeras posiciones, para evitar quedarse cortado en el primer sendero estrecho, a la derecha, pegados al río Minines. Hacia allá bajan todos dejando atrás la iglesia. Jesús Marchena ve la rueda de la Orbea de Cristian. Entre los dos van haciendo camino por delante, pasan destacados ya por el primero de los puentes. Javi Aguado, veterano ilustre, trata de darles caza. Por detrás pasa Sobrino, un grupo de unos ocho ciclistas y el resto de participantes. Más atrás, un maillot naranja y Noelia.
Sapos marrones en el agua turbia y verde, saliendo disparados con el ruido de las ruedas sobre la madera. Martínez y Villalba intercambian posiciones, colaboran, no hay opción para Javi. La parte más agradecida para el espectador, la parte del río, está más seca este año. Hay menos hierba para trazar las curvas, siempre cerradas, siempre obligando a estar atento. Difícil encontrar el ritmo adecuado, solo un pequeño respiro en la zona del pinar.
A contraluz van pasando los ciclistas. Sonríe Carlos, hoy de local. Se escucha a Buyo, el abulense, comentar algo con su compañero de circuito en Villaverde. Fernando Sobrino pregunta quién viene detrás sin obtener respuesta. Los voluntarios aguantan en su puesto, tienen tiempo para dar conversación al fotógrafo mientras indican. Cuidado, curva peligrosa, badén, bajada y giro.
Donde tengo que estar
En este tipo de pruebas. Pequeñas pero organizadas con mucha dedicación y esfuerzo. Un muy buen circuito, atractivo para el ciclista, espectacular para quien venga a verlo. La única prueba de estas características de la provincia. Un entorno por el que apetece pasear en la tarde de sábado de Villaverde. Un privilegio para 26 ciclistas. Que en 2020 sean muchos más los afortunados de poder bajar la cuesta de la iglesia, girar a la derecha hacia el río, enfilar hacia el pinar, hacia el circuito de motocross y los puentes. Las cervezas y la comida del final corren a cargo de Miguel, Carlos y la gente de este bonito pueblo.
